El domingo amaneció nublado y con pronóstico de lluvia. Nos preguntamos si podríamos llegar a la isla del Tigre, adonde habíamos sido invitados para hacer la entrevista. Caminamos hasta la casa de Adela en Palermo y cuando tocamos el timbre, la lluvia arreciaba. Dolly nos recibió despreocupada. «El Tigre es hermoso cuando llueve», nos dijo. Y le creímos. Tomamos unos mates y conocimos su casa, ubicada en una esquina arbolada y tradicional de Buenos Aires. Al final del pasillo se encuentra el living comedor y luego la cocina. Una escalera lleva al piso superior donde están las habitaciones y el estudio de Dolly. El estudio es amplio y confortable, repleto de bibliotecas y recuerdos.
«Cuando yo era chica escribía poemas. Un día mi papá decidió regalarme la edición de mi primer libro. Fue muy emocionante para mí ver mis poesías impresas».
La conversación fluía entre mate y mate, pero se hacía tarde y el taxista tocó el timbre. Teníamos que irnos para el Delta. Con la mochila cargada con lo necesario para pasar el día en la isla, salimos a la calle donde la lluvia no daba respiro.
Partimos nomás, hacia la Panamericana. La charla continuó en el auto. Por fin llegamos al puerto. Allí tuvimos que comprar el pasaje para subir a la lancha colectiva. Al llegar a la rampa, ya te sentís en otro mundo. Las lanchas colectivas son pintorescas, de madera, con amplios ventanales que te permiten estirar el brazo y tocar el agua. Durante el viaje no pudimos hablar. Podríamos decir que el río te cautiva y te deja mudo y no estaríamos mintiendo porque es así: el río te atrapa y no te suelta. Pero para ser sinceros, las lanchas hacen mucho ruido y es difícil conversar en esas condiciones, por lo que preferimos disfrutar del paseo en silencio. Llegamos a la casita de la isla, rodeada por un marco impresionante. La lluvia seguía cayendo con insistencia. Comenzaba a refrescar. Las gotas repiqueteaban en el techo de chapa y los verdes eran inmensos, interminables. El silencio se interrumpía cada tanto por el paso de alguna lancha colectiva, la lancha almacén o la que vende plantas. Todo estaba húmedo y ancho y lúbrico. Los pájaros cantaban sin importarles la lluvia.
En el tigre se puede cortar la luz una semana. No todo el mundo cuenta con un generador de electricidad, solo los que tienen almacén. El que vive aquí se acostumbra. A veces hay cortes por quince días. Tengo una amiga que se vino a vivir hace poco con una nena chiquita y es bravo; pero ellos prefieren eso a las delicias de la vida urbana.
Lo bueno es la opción que tenés vos que te podés ir cuando querés.
Sí, yo alquilo y los dueños viven cerca. Ellos cuidan la casa. No hay inseguridad aquí, además mis vecinos son permanentes. Yo saco la notebook y la dejo en el porche y me voy a caminar y me olvido de entrarla pero siempre está cuando vuelvo, nunca me afanaron nada. Pasa gente por aquí, pero nunca me pasó nada. ¿Alguna vez pensaste en quedarte a vivir?
Si, muchas veces pensé; pero necesitaría una casa con más infraestructura porque esta no tiene algunas comodidades que yo necesitaría, especialmente en el invierno. Por ejemplo, tendría que tener una lancha para poder moverme con más libertad. Tengo un calefón que nunca anda. Ahora decidí que lo voy a cambiar por un termotanque. Necesitaría mejoras en la casa, No es fácil el invierno aquí. El frío cuando está aliado con la humedad, es muy duro. Sobre todo cuando uno es sensible al frío húmedo. A mí antes no me molestaba, ahora ya me molesta un poco más.
¿Cómo fue que se te dio por alquilar una casa en el Tigre?
Hace 38 años, a fines del año 76, tenía un amigo que era socio de un club de remo y un fin de semana me invitó a remar. Yo nunca había venido y me fascinó. Me fascinó el silencio de los arroyos, los pájaros, los aromas del río y de las plantas, las flores, no podía creer que tan cerca de Buenos Aires hubiera un mundo completamente diferente. Me acuerdo que fue una tarde, mientras estaba remando, que me dije “a este lugar tengo que venir más seguido”. Era verano, diciembre del 76, mirá qué tiempos, la ciudad era bastante inhóspita en ese momento.
¿Y qué estabas haciendo en esa época?
Estaba escribiendo. Hasta ese momento nunca había escrito nada, pero entonces estaba empezando lo que después se convirtió en mi primer libro: Abran cancha que aquí viene don Quijote de la Mancha. Ese libro me llevó muchísimo tiempo, lo escribí en la primera casa que alquilé entre el año 76 y 77. No había luz en ese momento. Si oscurecía tenías que encender faroles, usar estufas de querosene y bombear el agua a mano. Había heladeras a querosene o a garrafa que si se llegaban a desnivelar un poquito dejaban de funcionar y había que tirar toda la comida. Si ahora lo pienso, no lo volvería a hacer. No sé si porque tengo más años, en realidad te llevaba todo el fin de semana hacer ese trabajo. En ese momento a mí me resultaba hermoso, ahora protesto cuando no hay luz.
¿Te bancabas la soledad, la oscuridad?
La verdad es que muy sola no venía. Siempre estaba acompañada, a veces éramos un grupete. O lo que fuere.
Yo te imaginaba sola, a la noche, escribiendo.
No. Yo soy muy sociable y siempre venía con alguien. La mayor parte del tiempo estuve en pareja y muchas veces venían amigos y les resultaba fascinante aunque tuvieran que dormir en el suelo. Andaban en canoa, hacían asados, algunos siguen alquilando casas y se fanatizaron como yo. Yo encontré que era un lugar muy estimulante para escribir. Mi primer libro fue algo que yo no estaba segura que iba a poder hacer y aquí me resultó mucho más fluida la escritura. El silencio, el río, me limpiaban la cabeza de cualquier obstáculo. Te estoy hablando del año 77, no había computadoras, solo unas pocas personas tenían. Yo usaba una Remington portátil que había sido de mi viejo -todavía la tengo- e iba apilando las hojas. Me ponía una mesita al lado del río porque me encantaba escribir ahí. Estaba todo bien hasta que un día, sopla viento y todas las hojas se empiezan a volar. Decí que era verano, porque me tuve que tirar al agua a rescatarlas, si no, las perdía. Varias veces me tocó tirarme al río hasta que empecé a poner piedras y pisapapeles. Y tenías que volver a pasar todo.
Sí, pasaba todo en limpio. Cuando aparecieron las computadoras fue un gran alivio. Algunas veces tenía que pasar todo porque las hojas se caían al río pero otras veces les volcaba el mate encima y me tocaba pasar todo en limpio otra vez. Todo llevaba un tiempo. Era otra cosa. Y yo estaba tan contenta de que la escritura iba fluyendo, me sentía tan feliz con eso que no me importaban los contratiempos.
¿No ibas a trabajar a la capital?
No, yo no tenía trabajos en relación de dependencia, traducía libros, tenía algunos alumnos particulares, notas para revistas, nada que me atara. Podía disfrutar. Después empecé a trabajar en la Dirección Nacional del Libro con Hebe Clementi. Pero eso fue después de la dictadura. Siempre tenía compromisos en la ciudad pero me podía quedar. Pocas veces en mi vida tuve trabajos en relación de dependencia. Cuando estuviste en Quirquincho.
Sí, esa fue la única vez. Ahí nos conocimos nosotras. En la calle Sarmiento. Estuve como cinco años, el último año sin cobrar un mango, hasta que al final me fui. Me quedaron debiendo mucha plata.
Ahí hiciste tu primera experiencia como editora.
Sí, aprendí mucho y me hice amigos que fueron para toda la vida. Parece que está mejorando el clima. ¿Qué te parece si almorzamos? Para la época de Quirquincho ¿ya habías publicado tu primer libro?
Sí, claro. Mi primer libro publicado Oiga chamigo aguará, lo había publicado en Colihue. Ya estaba la democracia pero no era la década del noventa todavía. Vos pertenecés a la generación del boom de la literatura infantil en la Argentina, de la época de Graciela Montes, Ema Wolf, Graciela Cabal, Silvia Schujer, Ricardo Mariño, que surgen con fuerza después de la dictadura.
Sí, pertenezco a esa época. Fuimos personas distintas que compartimos una experiencia y tuvimos muchos puntos en común acerca de la literatura para chicos, una cierta concepción. Era parte de una marca generacional. Ema Wolf fue compañera mía de la facultad y tuvimos claramente experiencias en común. Graciela Montes fue compañera mía del colegio secundario durante un año. Ninguna de las dos sabía que se iba a dedicar a la literatura infantil, no sabíamos nada. Tal vez Graciela tenía algunas cosas más claras que yo porque era una chica muy disciplinada, más estudiosa, siempre era la mejor alumna y yo en cambio era más enquilombada y desordenada. ¿En qué escuela?
En Saint Peters, una escuela privada que ya no existe más, en Martínez.
¿Vivías por ahí?
No, en realidad mi padre pensó que los mejores colegios eran los colegios ingleses. Esperame que llegó la lancha.
Picaflor V, la lancha almacén, está amarrada al muelle. Adela se acerca tratando de no pisar el barro porque volvió a llover con fuerza. Es fundamental comprar agua embotellada. Aquí el agua no es potable. Entonces tu padre quería que fueras a una buena escuela inglesa. ¿Cómo era tu familia?
Mis padres habían nacido en Europa, vinieron acá cuando tenían meses. Yo soy la primera generación argentina de mi familia. Mi padre venía de Ucrania.
¿Y el apellido Basch?
Es un apellido alemán, pero los Basch que yo he conocido vinieron de Hungría, de Checoslovaquia, de otros países de Europa oriental. Es un apellido judío que puede ser de cualquier lado. Mi familia paterna vino escapando de los pogroms. Llegaron en 1903, cuando mi padre tenía tres meses. La familia de mi madre eran judíos de Rumania que se habían ido a vivir a Francia. Ahí ya se veía venir una ola de antisemitismo muy jodida y emigraron para acá. Mi madre también vino cuando tenía tres o cuatro meses. Mi padre es de esa generación de migrantes que podemos identificar con el lema “mi hijo el dotor”. Le parecía que él tenía que hacer cualquier sacrificio para que sus hijos estudiaran en los mejores colegios. Era de una familia bastante pobre, vivían en un conventillo. En cambio, la familia de mi madre tenía una situación social mejor. Para mi padre, el dinero mejor gastado era brindarles una buena educación a sus hijos. Fijate qué contradicción: no teníamos departamento propio pero mandó a mis hermanos al Belgrano Day School y a mí, en la primaria, al Lincoln y como no tenía secundario que sirviera acá, me mandó al Saint Peters. Y allí iba Graciela Montes. Ella terminó el colegio y yo, en un rapto de lucidez que tuve, le dije a mi viejo: Mandame a una escuela del estado cerca de casa. No podía ver que mi viejo se estuviera desnucando por pagarme el colegio.
Y me pasé a un liceo común que en esa época era de señoritas. A mí me resultó fácil lo académico pero ese liceo me resultó insoportable, porque después de estar en un colegio privado donde todos te conocían por tu nombre, pasé a un aula con cuarenta en una división en la que no cabíamos. A veces había que sentarse de a tres en bancos que eran para dos, ningún profesor conocía a nadie. De repente voy a estudiar a casa de una compañera y ella vivía en un conventillo. Yo nunca había visto eso, en los colegios privados tenía compañeros con mucha más plata que yo. En ese momento sentí que conocí la pobreza. A esa edad comencé a tener grandes inquietudes sociales porque vi que había gente con condiciones de vida muy desiguales, me sentía muy sensible frente a eso. ¿Y después de la secundaria?
Terminé en ese liceo donde no la pasé muy bien pero me sirvió como aprendizaje de vida y entré en la facultad de Filosofía y Letras, en la UBA. Hice Letras. La primera mitad de la carrera fue todo bien, en la segunda mitad estaba embolada y tardé mucho en terminarla porque ya no daba más. Empecé a trabajar, a hacer pequeñas changas y otros trabajos. A veces me olvido de esto, yo empecé la facultad y quería trabajar, entonces fui a aprender taquigrafía y dactilografía en castellano y en inglés. Y en el lugar donde estudié te tomaban un examen y yo resulté ser muy buena, entonces me ofrecieron que me quedara a trabajar allí como profesora. Y pasé toda la carrera trabajando medio día y con eso me pagaba el análisis, porque tenía un grado de neurosis interesante. Mi viejo había empezado a pagarme el análisis pero murió al poco tiempo y tuve que trabajar yo para pagarlo, para ver si podía hacer de mi neurosis algo más constructivo. Y parece que lo lograste.
Sí, creo que se pudo lograr. Pero no era menos que la de ahora, solo que ahora la administro mejor.
Bueno, viste que los sicólogos dicen que todos somos neuróticos.
En realidad, en esta sociedad tenés dos alternativas: o sos neurótico o sos sicópata, no queda otra. Yo elijo ser neurótica y finalmente es esa neurosis la que podés canalizar para hacer algo constructivo… como sacar fotos (a Uri) no estoy haciendo ninguna alusión, o escribir, qué sé yo.
¿Estuviste viviendo con tu familia hasta que terminaste la carrera?
Para esa época, yo tenía veintiséis años, se me ocurrió casarme y estuve tres años en esa experiencia. Y justo cuando me recibí, me di cuenta de que el matrimonio en esos términos no era para mí, así que me recibí, me divorcié, fue un momento de cambio total. Experiencias que uno tiene que tener. Ahora, a veces me pregunto cómo hice para poder terminar la carrera. Creo que actualmente la carrera es mejor porque me acuerdo de las cosas que teníamos que estudiar entonces y era muy aburrido. Yo decía: Llegué hasta acá , me falta poco, no voy a tirar todo por la borda y así terminé. Ahora no lo haría. Demasiado esfuerzo. ¿Entonces te orientaste hacia la escritura?
Después de Quiquincho, en el 97, 98, me fui porque me di cuenta de que era seguir trabajando sin que me pagaran, ahí empecé a trabajar por mi cuenta y estuve bastante tiempo hasta conseguir una corriente de trabajo más o menos estable, cuentapropista, sin relación de dependencia. Empecé a ver dónde conseguía algo, me empezaron a llamar para colaboraciones en manuales, textos de Lengua y esas cosas. Hasta que en algún momento después de unos años la cantidad de trabajo comenzó a ser tan grande que empecé a derivar, a pasarle a amigos, qué se yo empecé a publicar más, me conocían y agradezco la cantidad de trabajo que vino. Pero no fue un plan que te hubieras trazado.
No, fue surgiendo. Cuando dejé Quirquincho no sabía muy bien qué iba a hacer ni cómo me las iba a arreglar. En esa época ya me había separado, vivía sola, pero sabía que ahí no podía seguir trabajando más y me di cuenta de que cuando uno toma una decisión y se tira a la pileta sin saber si está vacía o llena, el propio tirarse de uno hace que la pileta se mueva y que vaya recibiendo agua de algunos lugares. Si uno decide que quiere hacer eso y está dispuesto a jugarse, aunque hay momentos de malaria, siempre algo va llegando… Me parece que toca la bocina la lancha que vende plantas y quiero comprar un cactus. Esperame un poco. En medio de todo esto cómo fue el tema de los viajes ¿Te gusta viajar?
Me gusta mucho viajar sobre todo cuando tengo algo concreto para hacer en el lugar adonde voy. No sé si me pueda bancar muchos viajes de turista. La mayoría de los lugares que conocí están relacionados con mi trabajo. Es una forma de vincularse con la gente del lugar, directa, verdadera. Podés ver cómo se vive mezclándote con la gente. Si vas como turista te quedás con una imagen medio prefabricada. También me gusta viajar sabiendo que tengo un lugar adonde volver. He estado en lugares muy lindos donde he encontrado gente muy hermosa, me puede gustar mucho el lugar, el paisaje, pero lo que más me interesa es encontrar gente con la que podamos sintonizar, intercambiar. He encontrado muchos lugares donde me sentí cómoda pero llega un momento en el que quiero volver. Estuve en lugares increíbles como Ushuaia, o La Paz ,en Bolivia, lugares hermosos pero después me acuerdo del Tigre, por ejemplo y pienso: Si esto no es más lindo que el Tigre, y entonces vuelvo. Claro que viajás mucho por trabajo.
Casi todo lo que hago es por trabajo, por ahí me voy una semana de vacaciones a Córdoba o a Puerto Madryn o a cualquier lugar, pero no mucho.
¿Volviste alguna vez a la tierra de tus padres?
No. Me parece que allí hay mucho sufrimiento, muchas historias de dolor. Y a esta altura no me muero por conocer nada.
¿Encontraste tu lugar en el mundo aquí en el Tigre?
Puedo decir que encontré mi lugar en el mundo entre Buenos Aires y el Tigre. Buenos Aires me es necesaria también. Hay cosas de la ciudad que aprecio muchísimo y me costaría prescindir de ellas. Soy una persona muy sociable. Y acá, en esta época todo el mundo quiere venir, pero el invierno es difícil. Además vos tenés Abran Cancha… ¿Cómo fue el pasaje de editora a dueña de editorial?
Lo único que te puedo decir, visto desde los doce años que transcurrieron, es que yo no encuentro mucha explicación posible más que un ataque de locura. Un día me levanté y dije: Voy a poner una editorial y se ve que no tenía mucha idea de las dificultades con las que me iba a encontrar, los obstáculos, lo difícil que iba a ser llevar adelante todo esto. Se ve que no tenía ninguna idea porque ni lo hubiera intentado. Nunca me propuse tener una editorial grande, siempre pensé en un pequeño emprendimiento. Pero a pesar de que sigue siendo pequeño, hay un momento en el que te das cuenta de que o crece, o finalmente se estanca y se muere. Aunque yo no quiera, tiene que haber cierto crecimiento y eso implica mucho trabajo y hay veces que es muy difícil sostenerlo económicamente. Yo no tengo una mentalidad empresaria ni sé de empresas. Todo lo que hecho lo hice a pura intuición y no me gusta dedicar la energía creativa que pueda tener para pensar cómo hago para vender más libros. Esa energía la tengo que dedicar a escribir porque es el cauce que toma naturalmente y a veces me cuesta mucho. Cuántas veces me pregunté: ¿Y ahora como sigo? ¿Este mes cómo pago los sueldos? Y no somos muchos, somos tres gatos locos pero es mi responsabilidad y a veces digo: ¿Qué hago? ¿Saco otro préstamo? Por suerte tengo que reconocer que en los últimos dos años algunas compras estatales me han ayudado bastante. Todos los años, cuando llega fin de año, me hago el noble propósito de que el año próximo va a ser más tranquilo, que voy a trabajar menos, que le voy a exigir menos a mi cuerpo porque me está gritando: Pará la mano, pará nena que vos pensás que tenés veinte y tenés veinticinco. Siempre me hago el propósito de que voy a parar la mano, viajar menos y después, cuando el año empieza termino envuelta en más de lo que quisiera. Pero si consigo hacer realidad este noble propósito que me anima y llego a tener tiempo libre, porque nunca tengo tiempo libre, me voy a ir a tomar unas clases de yoga con vos. Y serás bienvenida. Ahora, si no tuvieras toda esa cantidad de cosas que hacés, si no tuvieras ese motorcito que te mueve a crear y hacer sin parar, no sé, no te verías tan juvenil, tan animosa ¿No es un poco lo que todos desearíamos hacer pero no concretamos porque finalmente todo este movimiento es lo que nos motiva?
Y sí, pero podría ser un poco menos, viajar menos, por ejemplo. Yo quisiera dedicar menos energía a los viajes de trabajo, a visitar escuelas y un poco más de tiempo a la escritura porque tengo muchos proyectos de escritura que no consigo terminar. Hasta ahora, siempre termino escribiendo cosas que me encargan las editoriales. Eso ya me compromete. Entonces, si bien acepto esas cosas cuando es algo que me gusta, porque si no, no acepto, hay otros temas que me interesan que nadie me encarga y siento que tengo que hacerlos igual. Pero siempre se antepone lo que me encargaron como prioridad, qué sé yo. No alcanza el tiempo para todo.
No alcanza. Lo que pasa es que tengo el sí fácil. Me conmueve cuando me invita una escuela del interior o de acá y me dicen: Estos chicos no leían hasta que cayó en la escuela un libro tuyo, y a mí eso me derrite, siento que lo que yo hago tiene sentido, que vale la pena, y cómo no voy a ir a visitar a esos chicos.
¿Cómo es tu relación con los maestros?
Aprecio mucho a los maestros que se esfuerzan por pensar diferente. A veces encuentro, cuando visito escuelas, no siempre, pero muy a menudo, que algunos maestros están medio cortados por la misma tijera, que son parecidos los maestros acá, que en Cuba, que en Venezuela, que en Estados Unidos, que es independiente del tema ideológico, que tienen una postura ante la vida y ante los chicos muy parecida y que en general el sistema escolar no acompaña mucho el crecimiento real de los chicos como individuos libres, dueños de su vida, con pensamiento propio. En todas partes he visto que la escuela es algo que trata de moldear de manera preconcebida la cabeza de los chicos. Valoro mucho a los maestros que no son así y cuando veo a los chicos que todavía no han sido moldeados, con la capacidad y riqueza que tienen y con todo lo que son capaces de enseñarme a mí, pienso que quisiera aportar para que el sistema no les cercene la libertad de pensamiento, la imaginación, para que no los adocene. Esto lo he sentido en los países más diversos. Es algo que tenemos los adultos, independientemente de nuestra ideología. Los adultos no podemos permitir que los chicos hagan un mundo distinto, ese mundo que nosotros no supimos hacer.
¿Qué foto te gustaría sacar?
Una vez, durante mis viajes por el infinito espacio de la vida, estaba yo en uno de los confines de la galaxia. Desde allí busqué nuestro planeta y lo vi tan diminuto, que, aunque ya pasaron muchos años, mi sorpresa sigue siendo descomunal. Porque a pesar de su pequeñez pude ver la totalidad de lo que había sobre la Tierra y me asombró lo cerca que todos los seres humanos estábamos unos de otros.
Excelente nota la he dsifrutado muchisimo en texto eimagen. Felicitaciones!
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Gracias por tu comentario, Teresita.
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Muy buena la entrevista de la querida y talentosa Adela Bach, los felicito. Muy buenas fotos!!
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María Liliana: para nosotros fue un placer compartir con Adela ese momento. ¡Muy enriquecedor!
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Hermosa nota, un placer… Maravillosa y querida Dolly…
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Gracias, Marina. Dolly es una persona excepcional y se refleja en su sencillez y talento.
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hermosisimo encuentro, encantador, muestra de una forma especial la calidez de esta escritora excelente y tan querible… gracias por compartirla con quienes no la conocemos pesonalmente….
cariñosç
Silvana Benaghi
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Qué bueno que te haya gustado, Silvana!
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Es como volver a «estar» con Adela compartiendo contadas, conocer más de ella, (estaría bueno que los chicos la vean, las fotos son muy bellas. Atesoramos las anécdotas de 25, la biblioteca desbordada como nunca, el pendrive perdido y recuperado, el salto de alambrado al llegar al campo, la cena con muchas contadas, diversión y mucho humor. Los chicos disfrutando de sus historias y compartiendo lecturas y rimas. Y en esta nota, es como volver a estar juntos.
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Fabuloso, Vilma. A El ojo ajeno le encantaría que estas entrevistas fueran aprovechadas en las escuelas para acercar a los chicos con los escritores.
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Me gustó ver los espacios de una pluma tan exquisita !!! Fué como espiar tras algo que me ocultó.Gracias por tanto material para leerles a los chicos´Tengo su teatro usado con gloria y en oportunidades semi montado. Felicitaciones.
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Me perdí en esta entrevista a la que me asomé y no pude parar de leerlas, muy buenas preguntas y maravillosa Adela, si ya la admiraba por su escritura y por su calidez personalmente, el conocer todo esto me hace quererla más… GRACIAS!!! EXCELENTE
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Gracias por tu comentario, María Fernanda.
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…cuánto disfruté a los 3, a Adela, a quien la entrevistó y a quien la fotografió.
Gracias.
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Qué bueno tu comentario, Gladys. ¡Muchas gracias!
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Un orgullo tener a esta escritora….. cuántas veces quise escribir…y me siento frente a una hoja en blanco…y pienso que mi produccion… no sirve o no vale… Es todo un arte saber escribir y sobretodo que el lector capte la esencia de lo expresado…Adela…te envío todo mi aprecio…..MIRTA
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Excelente nota, buenísimas las fotos, dan ganas de ir a sentarse a tomar mate con Doli en el Tigre. Por muchas notas más. Además es un placer trabajar con Abran Cancha, la libertad es absoluta.
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Ah!! me encantó!! Entre su relato y las fotos, me mostraron un lado de Adela que no conocía… Gracias!
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Que lindo relato Silvia ! Gracias.
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Me alegra que te haya gustado. ¡Cariños!
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Besos y recuerdos, maravillosa Dolly
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NO PUDE PARAR DE LEERTE. SOS UNA GENIA!!!! NI UNA DUDA!!!! QUÉ BELLO LUGAR….AHORA ENTIENDO TU CARTA A LOS CHICOS DE «ABRAN CANCHA….» CERCA DEL RÍO LLEGA LA INSPIRACIÓN, SIEMPRE!!! UN DÍA DE ÉSTOS PASO A CEBARTE UNOS MATES EN SILENCIO. PROMESA!!! JAJA!! ABRAZO QUERIDÍSIMA DOLLY!!!!
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Pingback: En el mundo hay mucho más. Adela Basch | Acuarela de palabras
Me encantan las poesias de esta mujer!!!al leer este reportaje hice un viaje imaginario con ustedes…lindas personas! Como lamento no haberlas conocido antes!!
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Nos alegra que nos hayamos conocido. Gracias oor leer nuestro blog.
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qué nota tan interesante y bellas fotos!!!! De verdad nos hacen conocer a Adela un poco más, Gracias!!!
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